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Un sueño hecho realidad

Por Daniel Quezada

Mi anécdota comienza hace más o menos diez años, cuando decidí que el idioma japonés sería un complemento a mi formación académica. Desde hace mucho tiempo me ha atraído la cultura japonesa, recuerdo mi primer día, muy emocionante, conocí personas nuevas con las cuales compartí gustos y algunos inclusive se volvieron mis mejores amigos.
Conforme transcurría el curso el número de alumnos se reducía y aquello era un problema para dar continuidad al siguiente nivel. A pesar de ello, quienes seguíamos en el curso siempre nos encontrábamos motivados en estudiar y en conocer Japón.
La sección de japonés coordinó un viaje cultural, similar a los que organizaban y desarrollaban las demás secciones de la Escuela de Lingüística. Sin embargo, aquel viaje no estaba al acceso de todos por su costo.
No pude viajar esa vez ni en una segunda ocasión que lo organizó la sección. Mi familia no tenía en ese momento el dinero y teníamos otras prioridades, como mis estudios y los de mi hermano así como gastos de salud. Me sentía frustrado por no cumplir ese sueño.
La tercera oportunidad era con mis dos mejores amigas que había hecho en el curso de japonés. En ese momento estaba por egresar y tenía que invertir en los derechos de tesis, por lo que no fue posible en ese verano.
La situación económica mejoró y pude viajar en el año 2010. Mi papá siempre me apoyó y le gustaba la idea de que conozca Japón. Faltando unos meses para viajar en marzo se complicó algunas cosas de mi tesis, que era un proyecto para la universidad. Tuve que aplazar mi defensa de grado. Durante esos meses, la universidad me dio un reconocimiento de excelencia estudiantil y con ello una beca que se retribuyó en los costos de mi tesis.

El tradicional mercado callejero de Ameyoko, en el barrio de Ueno

Mes y medio después de mi grado tomé el vuelo a Japón. Me sentía emocionado y nervioso al mismo tiempo. Fue el primer viaje que realicé solo y al otro lado del mundo.
Estuve un mes viajando solo por Japón, casi todo el tiempo estuve explorando Tokio. Es una ciudad hermosa y cambiante y su tamaño es un desafío para aquellos visitantes que desean recorrer la ciudad y buscar sus rincones más escondidos. Aquel fue mi objetivo por casi un mes de visita. Pude recorrer barrios que la mayoría de turistas no conocen y entrar a lugares únicos en este planeta, y con el pasar de los años me entero de otros lugares que en aquel entonces no conocía.
Se me hace difícil decidir cuál es el lugar en Japón que considero favorito. Cada barrio o distrito, cada ciudad, tiene su propia personalidad y su propio estado de ánimo. Poder hablar japonés es una gran ventaja para poder disfrutar de una experiencia transcendental en Japón. No basta saber hablar y leer inglés, sino que a través del japonés se puede conocer.
De Tokio me maravillé con sus rascacielos, su amalgama entre lo tradicional y lo moderno. Su seguridad y su orden. Que cada barrio y distrito tenga su propio estilo y que Tokio sea una ciudad que nunca duerme, son de las cosas que me encantan de la ciudad y que las extraño. Recuerdo que mi primera aventura fue explorar Akihabara, cada tienda y edificio; y recorrí el barrio hasta cerca de la media noche, impresionándome con cada cosa que descubría y de muchas cosas que no se ve por la internet o las guías de viaje.
Recuerdo también mis pasos por Asakusa y Ueno, por Shinjuku y Shibuya, por Ginza y por Odaiba. Visité muchos templos, parques, tiendas y calles comerciales, llenas de luces, así como centros de entretenimiento y de videojuegos. Pasaba las noches en Ikebukuro donde la música en vivo daba alegría a las calles. En los días que no quería ni moverme me iba a los parques a acostarme en el césped a contemplar el cielo. Volvía a los templos porque encontraba la paz. Visitaba con frecuencia Nakano para buscar figuras y mangas de antaño.

La tradición en el parque de Ueno

Aunque no es lo único que recorrí de Japón.
Parte de mi búsqueda en un sentido más espiritual me llevó a visitar Kioto, una ciudad histórica llena de templos y con aire de tradición. Inicié el viaje en autobús por la noche y arribé a primera hora del día para conocer cada rincón en Kioto en apenas dos días. A pesar de ser una ciudad pequeña solo pude visitar lo importante, además de conocer un poco de Osaka que no estaba en mis planes iniciales.
Aquel viaje a Japón, que lo hice solo, fue un antes y un después en mi vida. Pude no solo cumplir con un sueño, sino que pude valorar este mundo y cada detalle escondido en él. También salí fortalecido con mayores ambiciones personales. Me siento apenado de no poder estar en mi país en la celebración de los cien años de las relaciones entre Japón y Ecuador, y ayudar a mis amigos que serán voluntarios en el mayor evento de esta conmemoración, pero espero muy pronto volver a Ecuador y Japón, para ser parte del puente que une a ambas naciones.

Izquierda: entrada al santuario de Hie; arriba, barrio de Asakusa; abajo, la estación de metro de Harajuku

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