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Romper los límites de una relación centenaria

 

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Por Álvaro Samaniego

No ha habido hechos históricos que hayan provocado un vínculo mayor entre Japón y Ecuador, dos países que este año conmemoran el primer siglo de relaciones diplomáticas pero, sobre todo, ha sido un momento excepcional para celebrar la amistad de los dos pueblos.
Existe una notable asimetría con, por ejemplo, Perú, país vecino que tiene una más profunda que larga relación con Japón, toda vez que fue el destino de una migración programada por el gobierno nipón.
La historia se repite con Brasil, pero no con Colombia, para referirnos a otro país vecino. En Brasil, se estima que viven 1,5 millones de japoneses, es la mayor población japonesa fuera del archipiélago. Por otro lado, en Japón viven unos 270.000 brasileros y unos 60.000 peruanos.
Mientras que en la relación entre Ecuador y Japón los niveles de migración no han alcanzado tan siquiera los 500 migrantes de uno u otro país establecido permanentemente.
La razón por la que a inicios del siglo XX se produjo esa migración fue que el gobierno nipón no pudo enfrentar de otra manera de una crisis demográfica y alimenticia, fue entonces cuando viajaron a América, a países que mostraron su predisposición para recibirlos. Por su parte, estos países necesitaban urgentemente mano de obra, un problema que ayudó a solucionar la llegada de japoneses.
Claro que la relación más antigua la tiene con México, pues hay registros oficiales de 1613 del paso por territorio mexicano de la conocida Misión Hasekura. Y si se mira más atrás, hay teorías que aseguran que América fue poblada por nómadas asiáticos que cruzaron el estrecho de Bering, cientos de años atrás. Luego, hay un intercambio humano antiguo, pero no muy profundo, porque siempre han estado ahí los aproximadamente 14.000 kilómetros de océano Pacífico como obstáculo permanente.
De manera que ciertas circunstancias históricas marcaron una mayor o menor profundidad en las relaciones entre países de Latinoamérica y Japón. En los casos de Brasil y Perú el origen fue humanitario, en cuanto a Ecuador y Colombia, por citar solamente estos ejemplos, fue diplomático y comercial al principio, pero se potenció y diversificó más tarde.
Como se conoce, Estados Unidos obligó, bajo amenaza de ataques de artillería, a firmar un tratado de amistad y navegación en vista que el archipiélago era un punto estratégico para el comercio de Estados Unidos con el Asia. Este acuerdo forzado abrió las puertas para que muchos países se apliquen gestiones para acordar los términos de una relación oficial.
Ha pasado mucho tiempo y ahora Ecuador y Japón están empeñados en potenciar las relaciones, pero desde una óptica realista y práctica. En primer lugar, en términos comerciales una sociedad de intercambio entre los dos países tiene límites, marcados por la diferente envergadura de las dos economías. Japón es la tercera economía más grande del mundo, mientras la ecuatoriana está en el lugar 62. Ecuador tiene algo más del 10 % de la población japonesa y eso, en materia comercial, se traduce en consumidores.
Naturalmente, el Ecuador ha sido un proveedor de materias primas, de muy buena calidad pero con poco volumen: petróleo, banano, abacá, cacao, entre otros. Y, Japón ha vendido a Ecuador automóviles, equipos, electrónica, parte de la sofisticación de la avanzada economía nipona.
Es claro, entonces, que en el corto plazo se puede aspirar a que mejoren las importaciones y exportaciones dentro del mismo rango de productos, sin embargo de lo cual, se abren opciones para que poco a poco ingresen otros que puedan encontrar el nicho adecuado entre los consumidores.
En cuanto a la cultura, existe mucho más apasionamiento de ecuatorianos por la cultura japonesa que de nipones por la identidad ecuatoriana. Puede ser que esa situación marque una diferencia real pero, por otro lado, es una señal de que hay permeabilidad suficiente para mejorar los intercambios.
En términos políticos también existen esos límites. Al no existir mayor atractivo económico en el Ecuador, Japón tampoco se esfuerza por ir mucho más allá. El país está en medio de Perú y Colombia que son  evidentemente más atractivos para establecer un intercambio de magnitud y hacia allá han ido los mayores esfuerzos oficiales. No se diga Brasil (para solamente hablar de América del Sur).
Por su naturaleza, Ecuador no será un competidor relevante en la gran cancha de las relaciones internacionales, por lo que tiene que aplicarse para incentivar la innovación y proponer caminos que no tengan la apoteosis de la magnitud, sino la sutileza de la profundidad.
 

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