Niponecuatorianismo: una relación en construcción

Los empeños por dar mayor fuerza a la relación entre Ecuador y Japón, a propósito de un siglo de vínculos diplomáticos, ha encontrado a los dos países en una situación tenue, en comparación con lo que sucede con otros países del continente.
Sin embargo, existen la voluntad y evidencias históricas que permiten pensar que la construcción del niponecuatorianismo está tomando otro cariz.
Estos son dos vértices importantes de la tesis de maestría que publicó en este 2018 Sebastián Acosta Irigoyen. El trabajo se tituló “Descifrando la liminalidad cultural de los niponecuatorianos” y fue presentada previa a la obtención del título en la Universidad Andina Simón Bolívar.
En el trabajo se consigna, como antecedente, que Ecuador y Japon son dos países que no han construido una relación fuerte, la tasa de migración es baja, su balanza comercial también y no existe un intercambio cultural constante ni oficial.
Es probable que esto suceda porque, a criterio de algunas publicaciones, Japón y Ecuador están “en las antípodas”, en relación a personas que habitan en lugares opuestos del globo terrestre.
“Uno de los ensayistas que trabajan al respecto, el antiguo embajador Adolfo Álvarez, define a Ecuador como el país «ubicado en la 'Tierra Lejana' (países sudamericanos), segun el decir de los japoneses y a Japón, en el 'Lejano Oriente', conforme a nuestras expresiones» (A. Álvarez 2016), pero en todo caso se constituyen como antípodas”, ha escrito Acosta.
Son relevantes de este estudio los vínculos que ha descubierto el autor, que coloca la relación de dos pueblos –de dos culturas- más allá del hecho diplomático. El primer caso es el del kuchikamisake.
Esta es una bebida que se produce luego de masticar el arroz y de dejar que se fermente, como parte de un ritual. Sebastián Acosta Irigoyen menciona que “Este aspecto ritual en el que una doncella debe preparar esta mezcla ha sido retomado por una película japonesa muy popular de 2016, "Kimi no nawa". Esta cinta del aclamado Estudio Ghibli nos cuenta la historia de dos adolescentes que se enamoran, intercambian cuerpos y viven en dos líneas temporales distintas. Sin embargo, el acontecimiento que nos concierne es la escena en donde la protagonista realiza la ceremonia del kuchikamisake”.
Este proceso es casi idéntico al que se realiza en los Andes: la tradición muy antigua manda que se mastique el maíz y luego se permita que se fermente.
“Si uno revisa la escena del kuchikamisakeen en 'Kimi no nawa', encontrará demasiadas coincidencias con la descripción que hace Jennings y su equipo sobre el proceso de elaboración de la chicha. Desde el hecho de que es realizado por mujeres, o la forma de introducir las masas de carbohidrato con delicadeza en la boca. Las coincidencias que reflejan una ‘semiótica cultural’ permiten la especulación”, revela el estudioso.

Por otro lado, el autor de este estudio encuentra similitudes idiomáticas, más en cuanto a palabras en tanto la estructura gramatical del japonés y del kichwa. Estas semejanzas se producen alrededor, por ejemplo, del uso de partículas, entendidas como un morfema que se añade a la oración para aclarar su significado.
“Con respecto al vector semántico, me quiero concentrar en la significación de algunos semas. Quiero citar como uno de los ejemplos más marcados al uso de las partículas, una estructura semántica que no existe en muchas lenguas. Tanto el japonés como el kichwa poseen una infinidad de partículas que puede tener diversas significaciones dependiente de los contextos”.
“Lo mismo sucede en kichwa, donde no existe la letra g, pero en las variaciones acentuales una k podría leerse como g, como en la palabra kanka (que se leería kanga en el acento otavaleño). Llama la atención que la misma transición de k a g se cumple en el japonés como en el kichwa, así como la p en b o la t en d; ejemplificando ぱ (pa) ば (ba) / pampa (se puede leer pamba) o た (ta) だ (da) / tanta (se puede leer tanda)”.
Es también notable la estructura de las oraciones y se refiere a que las dos lenguas que comparten el siguiente orden: sujeto, objeto y verbo (SOV). Sebastián Acosta Irigoyen concluye que “Los ejemplos anteriores como las coincidencias semiológicas de las partículas o la fonología y derivación de consonantes, superan el esquema de correlación SOV y plantean una posible relación sanguínea entre el quechua/kichwa y el japonés”.
Por otro lado, el autor aborda la similitud, que podía resolverse en un contacto prehistórico, entre la cultura ecuatoriana Valdivia y la japonesa Jomon, cuyo desarrollo coincide en el tiempo. Esta es una mención a una teoría que ha quedado sin solución: ni se ha demostrado ni se ha podido rebatir por completo.
La evidencia de que existen corrientes marinas que permiten hacer un tránsito transpacífico hace pensar que un contacto real pudo ser posible en el pasado.
Los que sí son evidentes son los intercambios diplomáticos que por una centuria han ido desbrozando el camino de una relación de amistad más fuerte. A pesar de haber estado sujeta a los avatares de la historia, este vínculo se ha mantenido y el nipoecuatorianismo está presente.
En ese contexto, el autor de esta tesis presenta entrevistas a ocho personajes que dan cuenta de la naturaleza de quienes viven entre dos naciones, entre dos culturas, son ejemplo valiosos que demuestran la ya mencionanada presencia del niponecuatorianismo.
Esta tesis ha sido un gran aporte para el mayor entendimiento de los pueblos y que realza el centenario que hoy se vive.