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2019

Año del jabalí de tierra blanca
 

Por Álvaro Samaniego

Fin de año y comienzo de otro, un momento en el que los pueblos de Japón y Ecuador se regocijan y festejan con abundantes parabienes.

Hay mucho ritos en ambos lados del Pacífico y en Japón se da mucha importancia a los amuletos.

Para un japonés promedio es normal creer –tanto como confiar- en fuerzas que no son tangibles. Por eso, sucede el fenómeno de que buena parte de los ingresos para mantener los templos y santuarios provienen de la compra de amuletos.
Las más comunes solicitudes de apoyo a estas otras fuerzas pueden concluirse de los amuletos que más se venden: prosperidad en el trabajo, resolver con buenas notas los exámenes, andar con seguridad por calles y autopistas; obviamente, salud.
Pero, en las conversaciones cotidianas proyectan la idea de que estos son simbolismos a través de los cuales se atan a su religiosidad, provocan encuentros con las bendiciones de sus dioses.
Algo similar sucede con el Año Nuevo, que es la festividad que con más fervor celebran y que ha logrado una mixtura única entre el sistema de creencias del archipiélago y los usos religiosos importados de China.

Al contrario, en Ecuador la base es el cambio de hoja en el calendario a un nuevo año, sin mayores preocupaciones espirituales. El Año Nuevo está en el medio entre Navidad, que es la fiesta más importante de la religión católica, la  predominante en el país, y el Carnaval, una celebración pagana de gran tradición.

Para los ecuatorianos, lo más importante es "quemar el año viejo". Se trata de un monigote elaborado de papel y serrín (aunque ahora se aprovecha muchos materiales nuevos); el muñeco representa el año que termina y al que las personas queman en un acto de purificación.

Tradicionalmente había disfrazados y sobre todo las "viudas", hombres vestidos de mujeres dolidas por la pronta muerte del año que termina y que pedían colaboraciones económicas para practicar un entierro digno del fallecido año. Esa costumbre se ha desvirtuado a la actual de hombres vestidos de mujeres que piden dinero a cambio de presentaciones sugestivas y grotescas.

Estos actos llegan a su punto culminante la hora misma del cambio de año cuando se disparán muchos fuegos de pirotecnica, se quema al monigote y se realizan ciertos ritos que han llegado con la modernidad y que tratan de asegurar salud, viajes, bienestar, éxito económico, etc.
Alrededor de quince mil kilómetros al otro lado del océano Pacífico, 2019 es para los japoneses el año del jabalí, tiene como elemento la tierra, influenciado por la polaridad yin, ocupará el área de Tierra Blanca.

Ese es el símbolo del horócopo. En la tradición, los nipones suelen ir a los templos y santuarios. Durante el 31 de diciembre y el 1 de enero se abarrotan (calculan que más de tres millones visitan Meriji-jingu, el principal santuario del sintoísmo).

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Año viejo en Riobamba, Ecuador, horas antes de ser quemado.

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Decenas de miles de personas visitan el templo de Senso-ji, en Tokio, Japón

En los dos países es una fiesta que genera la ilusión de juntarse con la familia, degustar alimentos especiales (en Japón se conoce como osechi), tomar algún licor (nihonshu en Japón, champán en Ecuador) y expresar los mejores deseos para el siguiente año.

En Asia hay una fuerte influencia de horóscopo del taoismo. Mientras en Ecuador se usa el de un animal por cada mes del año, en Japón es un animal por cada año, el ciclo dura, entonces, 12 años.

Este 2019 es el año del jabalí, como ya se dijo. Es fin de ciclo e invita a relajarse para disfrutar la sensación de final del camino, de haber recorrido, durante los últimos doce años, una ruta con sus recodos serenos y sus sobresaltos.
Hay un ambiente relajado y hasta festivo pero también queda la advertencia de no dejarse marear por este elixir. De hecho, mantener la cabeza fría, los sentidos despiertos y el alma transparente para aprovechar mejor las oportunidades. Hay que propender a sostenerse del efecto estabilizador y la posibilidad de fijar las energía que permite la combinación de la tierra y el yin.
Para los asiáticos, el final de ciclo es época propicia para evaluaciones y propuestas, mucho más logradas en vista de que esto sucede cada doce años (y no cada doce meses, como en occidente).
El jabalí tiene humor, es razonable y robusto, conquista los objetivos que se propone porque mira con ojos estratégicos el devenir. Los elementos aportan con organización y disponibilidad, además de flexibilidad, modestia e intuición.
Japón ha cuidado la tradición de su horóscopo, llamado Kyu Sei Ki Gaku (o la energía vital de las nueve estrellas). Por ello se determinaron nueve áreas, un color y un elemento natural.
Se ha puesto muy intensa en redes una lista de la buena suerte que produjo algún japonés. Se debe buscar en esa lista el mes y el día del nacimiento y se obtendrá un número. Mientras más cerca esté de 1 será el 2019 un año más afortunado. Si quiere y cree puede encontrar esta prueba siguiendo este enlace.
Como un comentario adicional, este es el último año de la era dominada por el emperador Akihito (año 31). A partir de su abdicación en abril y de la asunción al trono del crisantemo del príncipe heredero Naruhito el calendario japonés se pondrá en cero.

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